17 de octubre de 2013

Las artes escénicas y la crisis

Exposición de fotografía en la fachada del Teatro Español (Madrid)

                       Las artes escénicas y la crisis

Artes escénicas son  las artes destinadas al estudio y/o práctica de cualquier tipo de obra escénica o escenificación. Toda forma de expresión capaz de inscribirse en la escena: el teatro, la danza, la música (la ópera, la zarzuela, el teatro musical, el cabaret, los conciertos, etc.) y, en general, cualquier manifestación del denominado mundo del espectáculo o que se lleve a cabo en algún tipo de espacio escénico, habitualmente en las salas de espectáculos, pero también en cualquier espacio arquitectónico o urbanístico construido especialmente o habilitado ocasionalmente para realizar cualquier tipo de espectáculo en vivo, como ocurre con los espectáculos ambulantes (como el circo, el guiñol, los tradicionales cómicos de la legua y comedia del arte o el teatro callejero). Fuente: WIKIPEDIA

Y es todo lo anterior lo que está en grave peligro porque el dinero destinado a la cultura es cada vez más escaso.

En estos tiempos de crisis, los recortes de los presupuestos de cultura están provocando la mayor parálisis del sector cultural que se recuerdan desde hace décadas. La alta dependencia del dinero público de muchos proyectos culturales y la disminución de las subvenciones, cuando no su eliminación total está ahogando la cultura en España desgraciadamente, dada la dificultad existente de obtener recursos propios fuera del ámbito de la protección del Estado. Durante la transición  y a través del consenso social y político alcanzado y recogido en la Constitución de 1978, se garantizó que era responsabilidad de los poderes públicos  la tutela y promoción del acceso a la cultura. Esta tutela se concretó en un modelo de financiación directa por parte de las instituciones públicas a semejanza del ya existente desde los años 50-60 en muchos países europeos como Francia o Italia. Y es este modelo el que  esta situación de crisis que hemos vivido a lo largo de los últimos años ha puesto en peligro, sin que hasta el momento el estado haya sido capaz de aportar soluciones válidas y eficaces.

La internacionalización de la cultura y, particularmente, de las artes escénicas con la creación de  asociaciones y circuitos internacionales, creando infraestructuras modernas y capaces para acometer los problemas actuales de la cultura podría ser una de las medidas a adoptar. Ha llegado el momento de proyectar y compartir nuestro capital cultural con el resto del mundo. Es el momento de la globalización cultural. Corren malos tiempos para los artistas  en general y para las compañías escénicas en particular. De un lado la crisis y el recorte de presupuestos en el Estado, así como en ayuntamientos y gobiernos regionales. Por otro, el aumento del IVA, a todas luces abusivo e innecesario aplicado a la cultura. Los tiempos han cambiado y este es precisamente el momento para replantearse el concepto que hasta ahora teníamos del mundo del espectáculo. Cambiar para mejorar. Cambiarlo todo para que todo pueda seguir igual.

Estamos viendo día tras día como los festivales de todo tipo reducen sus presupuestos de modo  alarmante, cuando no son directamente suspendidos, las programaciones en espacios municipales disminuyen el número de espectáculos, e incluso instituciones como el Liceo de Barcelona ven peligrar su calendario por el recorte de subvenciones y el Teatro Real de Madrid ha cancelado algunos espectáculos ya programados. Y sin embargo, la asistencia de espectadores no solo no disminuye,  sino que incluso aumenta en las grandes ciudades.

Entonces… ¿Qué es lo que está ocurriendo?
Creo que no me equivoco sí digo que  estamos sufriendo el estallido de la burbuja escénica, al igual que ocurrió anteriormente con la burbuja inmobiliaria. Hemos asistido, a veces incrédulos, como en los últimos 15-20 años los ayuntamientos y los gobiernos autonómicos han inaugurado multitud de centros culturales, auditorios y teatros, a todas luces innecesarios y desproporcionados en tamaño y pretensiones.  Espacios a los que luego había que dotar de un presupuesto y de una programación y mientras la economía iba bien, o al menos esa era la sensación que percibíamos, había dinero para todo tipo de espectáculos, eventos y festivales. 

Pero llegó la crisis, y  con ella los recortes en los presupuestos de Cultura. Y como no parecía muy adecuado recortar de las fiestas patronales (demasiados votos en juego) había que sacar de donde menos se notara y así en vez de tres funciones al mes nos ponen dos, en vez de un macro-festival hacen un par de conciertos, o incluso llegan hasta el extremo de cancelar el evento para “dedicar el dinero a fines sociales”, y de ese modo ganar votos de cara a las elecciones. Tal y  como estaba concebido el sistema, este era insostenible. En las grandes ciudades se logra mantener el equilibrio entre la oferta y la demanda porque a la oferta pública se une la privada y el gran numero de potenciales espectadores. En las pequeñas localidades, no.

¿Se necesita un milagro?… quizás.
Es muy probable que, dentro de la maltrecha situación en la que se encuentra la cultura en el momento actual, el sector que peor parado haya salido sea el de las artes escénicas. La mayoría de las empresas del sector son de pequeño o mediano tamaño, y por tanto, la ya a todas luces excesiva duración de la tan traída y llevada crisis ha llevado a que, muchas de ellas, se encuentren al borde de la suspensión de pagos. Las compañías y los empresarios teatrales no tienen más recursos que la recaudación en taquilla para asegurar la sostenibilidad de teatros, auditorios y centros culturales, la mayoría de las compañías teatrales  apenas consiguen trabajo y por tanto existe un claro riesgo de que este sector de la cultura llegue, si no a desaparecer, si a verse notablemente reducido tanto en cantidad como en calidad.

La cultura es un sector valioso de nuestra economía. La creación literaria, el teatro, el cine, la danza, la música o las artes plásticas..., constituyen pilares básicos,  fundamentales para la conservación y proyección internacional de nuestro patrimonio, y sin embargo, hasta el momento, nada o muy poco se ha hecho, ni desde el gobierno central, ni mucho menos desde los gobiernos autonómicos o municipales, para potenciar el  sector de la cultura y por tanto de las artes escénicas, para ayudar a su supervivencia en tiempos tan complicados. Tan solo algunas promesas que al final nunca se materializan.

El hecho de que no sólo no se haga nada, sino que además las ayudas a la promoción y la difusión cultural disminuyan, nos da una idea no sólo de la poca consideración que del sector cultural tiene la clase dirigente, sino del estado en que éste se encuentra, fruto de una política sectaria, equivocada y errática, pero sobre todo poco atenta a su problemática.
Se necesita una política cultural eficaz, pero la realidad nos muestra que no hay voluntad política. Un claro indicio de la clase de políticos que sufrimos en este nuestro país
Y claro,  así nos va.

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