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13 de febrero de 2015

VIVAN LAS FIESTAS TERAPEUTICAS

     La fiesta de masas más terapéutica, esa en la que puedes ser quien quieras… LOS CARNAVALES. Nos disfrazamos de eso que nos gustaría ser o de lo que nos queremos reír. Nos ponemos mascaras que nos protegen y tras las cuales podemos fingir ser otra persona, nos comportamos de formas y maneras, a las que de otro modo nunca nos atreveríamos, por convencionalismos propios, sociales o de cualquier otra índole. Por eso los gobernantes absolutistas siempre han sido enemigo de los Carnavales.

      Los carnavales han sido prohibidos en momentos coyunturales en todo el mundo. Aquí Franco se los cargó de un plumazo aduciendo problemas de seguridad. Miedo es lo único que le producía. Tener un montón de gente en la calle, que pudiera manifestar de forma libre sus opiniones reales le aterrorizaba, aunque por suerte se le escaparon de las garras los carnavales de Cádiz, que disfrazaron de concurso de chirigotas y los de Canarias porque le quedaban lejos. Pero aquí en Madrid consiguió cargárselos.
    En Madrid existía una gran tradición, pero por desgracia tras aquellos cuarenta años de sequía no hay manera de que levanten cabeza. Hubo un momento, hace años en los que parecía que se recuperaban pero fue un espejismo. Aquí solo se disfrazan los niños y algunos jóvenes.

     Algunos me diréis que en estos momentos no estamos para Carnavales, pero yo no estoy de acuerdo, es un momento perfecto. Es el momento de reírnos de todo y sobre todo de nosotros mismos, probarlo es muy sano. No es necesario gastar dinero, solo imaginación y ganas de olvidarse un ratito de los problemas.
     Coged una sabana, el traje del abuelo, las cortinas viejas o lo que os dé la gana y salid a la calle, que esta ciudad necesita reírse de sí misma para recuperar el color y dejar de ser el lugar triste y gris en que se esta convirtiendo.         

11 de diciembre de 2014

¿QUIEN ES CAPAZ DE ROBARLE LA INOCENCIA A UN NIÑO?

     Estamos en Navidad, y por aquí mis compañeros están recordando sus Navidades anteriores, comentando que ahora no es como antes. Claro que no es como antes, hace treinta o cuarenta años uno tenia treinta o cuarenta años menos y cuando uno es niño todo se ve de otra manera. Es cierto que las Navidades se han convertido en un producto de consumo puro y duro,  pero siempre que haya niños habrá Navidad. A su alrededor se crea una magia especial que alcanza a todo el que tenga cerca, y aunque parezca un tópico todos nos esforzamos en poner nuestra mejor cara y normalmente se consigue, hasta que uno se toma las copitas de la cena y las de después, y empieza la guerra, pero eso es otra historia. La historia de las cenas familiares de Nochebuena que darían para escribir varios tomos enciclopédicos, todos tenemos alguna historia que contar. Pero a mi me sigue gustando la Navidad, llamadme cretina,  me da igual.

     El problema es que yo identifico la navidad con los niños y cuántos niños se van a quedar sin navidad este maldito año, cuántos van a estar rodeados de caras tristes, de frustración, de hambre y sin su juguete. Para un niño en estas fechas, lo importante es que toda su familia este junta y feliz, y su juguete de Reyes, porque para ellos es la muestra de que existe magia en el mundo, y decidme quién es el malnacido que es capaz de robarle la inocencia a un niño. Me temo que todos nosotros.

        Así que hacedme un favor, acercaros al chino de vuestro barrio y comprar un juguete cualquiera, hay algunos que cuestan un euro, y llevarlo a un banco de alimentos, a la parroquia, o a alguno de los puntos de recogida de las asociaciones vecinales o de cualquier otro tipo que seguro que tenéis en vuestro barrio. Porque aunque os parezca una chorrada, a parte de llenarles el estomago, es muy importante que sigan teniendo ilusión, porque el hecho de que nosotros estemos frustrados no es disculpa para robarles la inocencia y su parcelita de alegría.