Las personas sin hogar no están en la calle porque quieren. Acumulan
vivencias traumáticas que les hacen perder su estabilidad
emocional, sus recursos económicos y el apoyo de la sociedad que les da la
espalda. Nuestro sistema de protección
es insuficiente en estas circunstancias.
Pero las personas sin
hogar no suelen tener intimidad, si están conviviendo con otras personas en un
mismo lugar. Los albergues están masificados y tienen que compartir la
habitación con más personas. No pueden acceder con sus mascotas, no pueden
estar con su pareja, también se les exige una disciplina y horarios que a veces
no pueden cumplir, y suelen estar alejados de las zonas donde ellos o ellas están, normalmente los comedores
están en el centro y los albergues en la periferia. Ahora con la llegada del
verano quien es el guapo o guapa que se mete en un albergue a un horario convenido, por
ejemplo a las 8 de la tarde.
Las personas que están en la calle, no todas, no suelen
estar empadronadas por lo tanto no votan, tampoco tienen tarjeta sanitaria y
por supuesto carecen de intimidad propia ni privada, no tienen su seguridad
personal garantizada.
Sin embargo solo una minoría ejerce la mendicidad, hay
personas sin hogar que tienen estudios superiores, por lo tanto no son enfermos
mentales ni delincuentes, no suelen ser agresivos.
Los recursos están enfocados a atender la emergencia, no a
la reintegración social, no se trata de aumentar el número de plazas de
albergue si esto no va acompañado de otras medidas, si al final se les masifica en la periferia de las
ciudades. A este paso solo faltaba que
hagan campos de concentración, así se tendría menos derechos como por ejemplo
el de la intimad.
Pero da la casualidad que cuando preguntas, si la intimidad
es un derecho la mayoría de las personas dicen que sí y no suelen pensar en otras que por sus
circunstancias tienen vetado y violado ese derecho.