Mi familia, mi niñez.
¡¡¡Qué dulces y felices recuerdos!!! En casa éramos una piña, mis padres y yo y a veces los abuelos, solo los maternos, eso sí, pero allí estaban, siempre al quite y dispuestos a echar una mano.
¡¡¡Qué dulces y felices recuerdos!!! En casa éramos una piña, mis padres y yo y a veces los abuelos, solo los maternos, eso sí, pero allí estaban, siempre al quite y dispuestos a echar una mano.
Recuerdo especialmente los sábados por la tarde, yendo al cine con mis abuelos Miguel y Soledad para que de ese modo mis padres tuvieran tiempo para ellos. Y recuerdo los domingos por la mañana con mi padre oyendo misa en San Ginés, comprando pasteles en La Mallorquina y buscando y rebuscando entre los puestos de sellos y monedas de Plaza Mayor. Y a mi madre, siempre presente, controlando todo y protegiéndome tanto que a veces llegaba a ser un tanto agobiante, pero ese era su concepto de la maternidad y no había forma de resistirse o evitarlo.
Si tuviera que elegir un favorito, ese sería sin duda mi padre, por su bondad, su calidad humana, su amor por su familia, su pasión por las cosas bien hechas y su gran sentido de la justicia. Han pasado 26 años de su muerte y aun le echo de menos día tras día, igual que a todos, pero aún más. Cuando el año 2004 falleció mi madre, lo primero que fui capaz de pensar tras el mazazo inicial, fue que en aquel preciso momento de mi vida me había quedado realmente solo. Únicamente quedaba yo, el resto para mí no era mi familia, eran primos, tíos, sobrinos…parientes nada más. La familia éramos, o mejor, habíamos sido, mis padres, mis abuelos y yo, ni más ni menos, ni menos ni más.
Unos años más tarde mi vida se desmoronó y esos parientes que decían ser familia, ante mi situación hicieron lo que era de esperar, mirar para otro lado y negarme cualquier tipo de ayuda, de modo que en este preciso momento de mi vida puedo decir que mi familia ha tiempo que desapareció y que aquellos parientes que aún quedan por ahí están mejor donde están, lejos, muy lejos en la distancia, en el tiempo, pero sobre todo en mis afectos.
No he perdido la fe en la bondad de las personas, pero desde luego sí que he perdido la fe en esos parientes.