A
las 8 de la tarde suena mi teléfono móvil, un mensaje solicita clave de
autorización de pago con mi tarjeta de debito por importe de 24 euros en
BLABLACAR. Mientras le estoy leyendo, entran otros tres mensajes solicitando
clave de autorización de otras compras distintas.
!!!Sorpresa!!!
Mi otro yo está comprando…
Al
instante llamo al teléfono de atención al cliente del banco que emitió la
tarjeta, informándole de lo que está sucediendo, a la vez que pido la
anulación de la misma. Muy amablemente me solicita información del último
movimiento que hubiera realizado, comprobando que con posterioridad al mismo se
han cargado dos importes y que el sistema ha denegado un tercero, y que los
cuatro mensajes que había recibido, no han sido autorizados, procediendo a
bloquear en el sistemas cualquier operación referente a mi tarjeta, solicitándome
una serie de datos personales, me indica
que me mantenga a la espera.
Pasados
unos minutos, se produce la siguiente conversación:
-
Tiene dos cargos
en su cuenta que han sido aprobados por el sistema y que tendrá que pasar por
su sucursal para que le hagan una copia de los mismos, presente una denuncia y
se los reintegren.
-
¿Me puede
decir a qué corresponden esos cargos?
-
Si, 2,30 euros
a una compra de 2,50$ en COACHUSA-megabus en EEUU y 34,54 euros a una compra de
1.000 HRY en UPR telecom en Kiev.
-
Esas compras no
las he realizado…
-
Está claro que
no está usted en N.Y., por eso tiene que poner la denuncia
-
¿Pero cómo es
posible que se carguen dos operaciones sin mi autorización?
-
Cada dia
atendemos en este servicio unas 2.000 reclamaciones por temas como el suyo, o
parecidos.
-
¿Y se recupera
el dinero que roban?
-
En muchos
casos, sí, en otros es más complicado.
-
Bien, pues
anulen mi tarjeta y…
-
Ya esta
cancelada y remitiremos una nuevas, en unos días la tendrá en su domicilio.
-
Muchas Gracias,
buenas noches.
A
la mañana siguiente, comencé el peregrinar por la entidad bancaria, la comisaria
y volver a repetir la misma historia en cada caso, con la certeza que es muy
posible que “mi otro yo” vuelva a
comprar… tendré que quitarle la tarjeta.