Desde varios años atrás una pregunta me enervaba,
evidentemente por no hallar respuesta alguna, a menudo se me manifestaba a raíz
de alguna cuestión cotidiana transcurrida en alguno de los recursos, para
personas en situación de exclusión, por los que tránsito desde hace tres años
dos meses y tres días,
¿Por qué es tan complicado construir una mirada
colectiva que convoque a la participación, por qué queda decapitada la
responsabilidad por la consciencia colectiva, por qué ese egoísmo intelectual
del individualismo, por qué la supervivencia nos ata de tal manera que nos
convierte en un síntoma?
Hace unos días escribí unos comentarios relativos a un
trabajo de EAPN Madrid sobre la participación sin darme cuenta de que esos
comentarios eran mi respuesta a mi pregunta, atribuyo ese destiempo a esa
sensación de jet-lag psíquico propia de toda marginalidad,
No es lo social quien excluye al sujeto en situación de
marginalidad, es el estado quien margina a través de sus políticas, y también
el sujeto mismo contribuye, evidentemente sin estar plenamente consciente de
ello, a excluirse de lo social, ya que desde la perspectiva de lo que llamamos
la exclusión, la vida social es inabordable en la mayoría de sus facetas,
Poco a poco, de manera casi imperceptible, se van
evaporando todas las referencias de la situación anterior a la nada, se van
perdiendo nociones, significantes, lo cual termina arrojando a la persona lejos
de todo aquello que no pase por los diversos cauces de esta tiránica condición
marginal, es algo así como un auto
abandono y se empieza a tener una percepción marginal de lo social, lo cual
evidentemente construye el camino hacia ninguna parte,
El termino sin hogar refleja más bien poco de esa
situación, tener un hogar es muy simple, siempre y cuando se tenga un lugar en
el que construir esa sensación de hogar,
Tener un lugar significa poder gestionar tus propias
decisiones, aciertos y errores, es por ello que creo que antes de convocar a la
participación sería necesario crear espacios que puedan contener las enormes
dolencias que se instalan en la cotidianeidad del sujeto, espacios donde
trabajar los desequilibrios que acosan a la salud mental de toda persona que ha
perdido todas las referencias de la vida social y sobre todo, de su propia
existencia,
Es necesario para poder llegar a la reflexión y al
compromiso de la participación recuperar el equilibrio, desde ninguna parte
nadie puede comprometerse a nada, nadie puede evaluar la riqueza que conlleva
la participación si no tiene otro punto de partida que los síntomas que le
acosan,
Durruti