Cerezos en flor en la Quinta de los Molinos (Madrid) |
Diario de un bloguero: 3ª parte - Recuperando las ganas de vivir
Fue a partir de ese momento cuando pensé que debía pedir ayuda a la familia y a los amigos, una ayuda que hasta el momento no había pedido, un poco por vergüenza y tal vez, porque no reconocerlo, en bastante medida por orgullo.
Fue a partir de ese momento cuando pensé que debía pedir ayuda a la familia y a los amigos, una ayuda que hasta el momento no había pedido, un poco por vergüenza y tal vez, porque no reconocerlo, en bastante medida por orgullo.
Y lo que en principio
pensé que era una buena idea, acabó por servirme únicamente para hacerme ver
que en situaciones como esta por la que yo estaba pasando, los amigos y la
familia, dejaban de estar ahí, simplemente se desentendían del problema, no
querían ni verlo y miraban hacia otro lado. Me di cuenta de que había dejado de
ser una persona, para convertirme en un problema. Y las personas no quieren
problemas, ya tienen bastante con los suyos propios.
Llegue a escuchar las
excusas más peregrinas y sin sentido, excusas para desentenderse y no prestar
ningún tipo de ayuda. Sin duda alguna la más recurrente era: "Todos tenemos
problemas, no eres tú el único". Y así, con esa frialdad, daban por zanjado el
tema, daban media vuelta y regresaban a la seguridad y la comodidad de sus
hogares. Y ahí me quedaba yo, estupefacto y sin poder creer lo que acababa de
ocurrirme, lo que acababa de oír, maldiciendo todo y a todos y plenamente
convencido de que el ser humano es egoísta por naturaleza.
Convencido de que el
hombre es un lobo para el hombre. Tan solo cinco o seis personas me prestaron
algo de ayuda al principio, pero poco a poco se fueron desentendiendo, se
fueron cansando y así, tras casi un año, tan solo una sigue ahí, siempre
dispuesta a ayudarme cuando necesito algún pequeño favor. En un principio un
primo y su mujer, me acogieron en su casa sin acabar de entender nada de lo que
había ocurrido. Yo intentaba explicárselo lo mejor que podía, pero la expresión
de sus caras mientras me escuchaban y sus miradas me decían que nada aquello
iba a funcionar, de modo que a los 4 días, no me quedo más remedio que
marcharme tras una monumental bronca en la que me reprocharon entre otras
muchas lindezas que prefiero no recordar, que era un mentiroso y un
sinvergüenza y que estaba jugando con el pan de sus hijos, de mis sobrinos de
17 y 11 años. Me fui sin mirar atrás y hasta la fecha no he vuelto a saber nada
de la única familia que me quedaba.
Tenía que hacer algo
y alguien me habló del Albergue de San Juan de Dios, de modo que hacia allí
dirigí mis pasos una fría y desapacible mañana del mes de octubre del año 2012. No tenía nada que perder y pensé que
merecía la pena intentarlo. Fui admitido y a partir de ese momento comencé a
remontar, a rehacer día a día mi vida. Tener asegurado un lugar donde dormir y
poder asearme, donde desayunar y cenar, fue para mí una auténtica tabla de
salvación y desde estas líneas, quiero dar las gracias a todas las personas, desde
la trabajadora social que llevo mi caso, hasta los hermanos de San Juan,
pasando por los colaboradores y algunos compañeros, que desde mi ingreso el
albergue y durante toda mi estancia, de una forma u otra me prestaron una ayuda
sin la cual, seguramente hoy no estaría aquí, contando mi experiencia. Fueron
casi 8 meses, cuando en principio se suponía que no serían más de 2 o 3. ¡Un
auténtico regalo del cielo!
Fue por entonces cuando comencé a escribir todos y cada uno de mis pensamientos, la mayoría de ellos llenos de tristeza, fatalismo, pesimismo y también, porque no decirlo, de rencor, un infinito rencor hacia todas aquellas personas que de algún modo, pensaba que me habían abandonado a mi suerte. Iba anotando todo lo que se me pasaba por mi maltrecho , atormentado y exhausto cerebro. Donde se me ocurría y donde podía, para después, por la noche darle forma. Escribir me relajaba sobremanera y de hecho a partir de entonces no he dejado de hacerlo. Lenta y tranquilamente conseguí ir cerrando una puerta tras otra, dejando fuera aquellos recuerdos y aquellas personas, que , tanto en mi mente como en el corazón, me recordaban mis errores y mis equivocaciones. Estaba protegiéndome, me estaba cubriendo con una especie de coraza, cuyo único objetivo era hacerme sentir menos vulnerable.
A partir de ahí, todo fue mejorando: conseguí recuperar mi ropa, que hasta entonces seguía en poder de los caseros que se negaban a hablar conmigo, acudí a varios cursos de atención a personas mayores y enfermos terminales impartidos en Hermandades del Trabajo, me propuse obtener la ayuda correspondiente a la Renta Mínima viéndome inmerso en la vorágine administrativa que ello acarreaba y que conseguimos ir solucionando paso a paso gracias a la inestimable ayuda de Realidades, y de alguna manera conseguí tener la cabeza ocupada.
A partir de ahí, todo fue mejorando: conseguí recuperar mi ropa, que hasta entonces seguía en poder de los caseros que se negaban a hablar conmigo, acudí a varios cursos de atención a personas mayores y enfermos terminales impartidos en Hermandades del Trabajo, me propuse obtener la ayuda correspondiente a la Renta Mínima viéndome inmerso en la vorágine administrativa que ello acarreaba y que conseguimos ir solucionando paso a paso gracias a la inestimable ayuda de Realidades, y de alguna manera conseguí tener la cabeza ocupada.
La lectura, que siempre había
sido una de mis grandes aficiones, se convirtió en mi tabla de salvación. En mis
ratos libres, que eran por desgracia aún demasiados, devoraba un libro tras
otro sin parar. Lo único que llevaba realmente mal y en algunos momentos no
conseguía superar era el abandono al que me habían relegado mis conocidos, mis
amigos, mi familia.
Seguía solo y eso aún me costaba entenderlo, aceptarlo y
más aún, superarlo. No obstante la notable mejora que iba notando en mi estado
de ánimo, la monotonía de unos días iguales los unos a los otros hacía que no
acabase de encontrarme del todo recuperado. Tener que salir día tras día a las
8.30 a la calle por obligación pero sin nada que hacer, era algo realmente
insoportable, especialmente los sábados y los domingos, cuando las calles
estaban completamente desiertas. Todo cerrado, ningún sitio a donde ir y el
invierno madrileño golpeando en toda su crudeza para terminar de arreglar la
situación.
Pero el balance era positivo, muy positivo, a pesar de estas
incomodidades e inconvenientes y de seguir sintiendo que el control de mi vida
aún no estaba en mis manos completamente, aunque pensándolo bien, ese control
tampoco me había servido de mucho, no es que me hubieran ido demasiado bien las
cosas!!! Lo que si había recuperado era la sensación de estabilidad y seguridad
que había perdido durante mi naufragio vital, estaba recuperando el optimismo y
la esperanza en un futuro mejor, que sabía que de alguna manera y en algún
momento, ya no demasiado lejano, llegaría.
En definitiva, ¡estaba recuperando
las ganas de vivir!
A medida que leia, me daba cuenta de quien eres. Y aunque mi relacion contigo no fue especialmente intensa, gracias a ti , y a PERSONAS como tu, fuisteis los que me siguieron dando fuerzas para no perder la esperanza. Nunca olvidare aquellos momentos como aquel dia que fuimos juntos al Tissen a ver la exposicion de Hiperrealismo...
ResponderEliminarSi llegas a leer esto, que sepas que te deseo lo mejor del mundo, y espero que sigas siendo como cuando te conoci; UNA PERSONA DIGNA.
Vicente, un abrazo muy muy fuerte. Antonio Serrano (el de la boina)
Hola António, que alegría me ha dado tener noticias tuyas. Mil gracias por tu comentario y confioen que sigas leyendo lo que voy publicando. Me haria muchga ilusión. Espero que te vaya de fabula por Leganés, porque me imagino que seguirás en el piso compartido, no? sigues teniendo el mismo teléfono? Si es así te llamo un día de estos y repetimos la visita a alguno de los museos madrileños. Te mando un abrazo enorme. Hasta pronto, Vicente
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