12 de octubre de 2013

Diario de un bloguero: 3ª parte - Recuperando las ganas de vivir

Cerezos en flor en la Quinta de los Molinos (Madrid)


Diario de un bloguero: 3ª parte - Recuperando las ganas de vivir

Fue a partir de ese momento cuando pensé que debía pedir ayuda a la familia y a los amigos, una ayuda que hasta el momento no había pedido, un poco por vergüenza y tal vez, porque no reconocerlo, en bastante medida por orgullo. 

Y lo que en principio pensé que era una buena idea, acabó por servirme únicamente para hacerme ver que en situaciones como esta por la que yo estaba pasando, los amigos y la familia, dejaban de estar ahí, simplemente se desentendían del problema, no querían ni verlo y miraban hacia otro lado. Me di cuenta de que había dejado de ser una persona, para convertirme en un problema. Y las personas no quieren problemas, ya tienen bastante con los suyos propios. 

Llegue a escuchar las excusas más peregrinas y sin sentido, excusas para desentenderse y no prestar ningún tipo de ayuda. Sin duda alguna la más recurrente era: "Todos tenemos problemas, no eres tú el único". Y así, con esa frialdad, daban por zanjado el tema, daban media vuelta y regresaban a la seguridad y la comodidad de sus hogares. Y ahí me quedaba yo, estupefacto y sin poder creer lo que acababa de ocurrirme, lo que acababa de oír, maldiciendo todo y a todos y plenamente convencido de que el ser humano es egoísta por naturaleza. 

Convencido de que el hombre es un lobo para el hombre. Tan solo cinco o seis personas me prestaron algo de ayuda al principio, pero poco a poco se fueron desentendiendo, se fueron cansando y así, tras casi un año, tan solo una sigue ahí, siempre dispuesta a ayudarme cuando necesito algún pequeño favor. En un principio un primo y su mujer, me acogieron en su casa sin acabar de entender nada de lo que había ocurrido. Yo intentaba explicárselo lo mejor que podía, pero la expresión de sus caras mientras me escuchaban y sus miradas me decían que nada aquello iba a funcionar, de modo que a los 4 días, no me quedo más remedio que marcharme tras una monumental bronca en la que me reprocharon entre otras muchas lindezas que prefiero no recordar, que era un mentiroso y un sinvergüenza y que estaba jugando con el pan de sus hijos, de mis sobrinos de 17 y 11 años. Me fui sin mirar atrás y hasta la fecha no he vuelto a saber nada de la única familia que me quedaba.

Tenía que hacer algo y alguien me habló del Albergue de San Juan de Dios, de modo que hacia allí dirigí mis pasos una fría y desapacible mañana del mes de octubre del año 2012.  No tenía nada que perder  y pensé que merecía la pena intentarlo. Fui admitido y a partir de ese momento comencé a remontar, a rehacer día a día mi vida. Tener asegurado un lugar donde dormir y poder asearme, donde desayunar y cenar, fue para mí una auténtica tabla de salvación y desde estas líneas, quiero dar las gracias a todas las personas, desde la trabajadora social que llevo mi caso, hasta los hermanos de San Juan, pasando por los colaboradores y algunos compañeros, que desde mi ingreso el albergue y durante toda mi estancia, de una forma u otra me prestaron una ayuda sin la cual, seguramente hoy no estaría aquí, contando mi experiencia. Fueron casi 8 meses, cuando en principio se suponía que no serían más de 2 o 3. ¡Un auténtico regalo del cielo!

Fue por entonces cuando comencé a escribir todos y cada uno de mis pensamientos, la mayoría de ellos llenos de tristeza, fatalismo, pesimismo y también, porque no decirlo, de rencor, un infinito rencor hacia todas aquellas personas que de algún modo, pensaba que me habían abandonado a mi suerte. Iba anotando todo lo que se me pasaba por mi maltrecho , atormentado y exhausto cerebro. Donde se me ocurría y donde podía, para después, por la noche darle forma. Escribir me relajaba sobremanera y de hecho a partir de entonces no he dejado de hacerlo. Lenta y tranquilamente conseguí ir cerrando una puerta tras otra, dejando fuera aquellos recuerdos y aquellas personas, que , tanto en mi mente como en el corazón, me recordaban mis errores y mis equivocaciones. Estaba protegiéndome, me estaba cubriendo con una especie de coraza, cuyo único objetivo era hacerme sentir menos vulnerable. 

A partir de ahí, todo fue mejorando: conseguí recuperar mi ropa, que hasta entonces seguía en poder de los caseros que se negaban a hablar conmigo, acudí a varios cursos de atención a personas mayores y enfermos terminales impartidos en Hermandades del Trabajo, me propuse obtener la ayuda correspondiente a la Renta Mínima viéndome inmerso en la vorágine administrativa que ello acarreaba y que conseguimos ir solucionando paso a paso gracias a la inestimable ayuda de Realidades, y de alguna manera conseguí tener la cabeza ocupada. 

La lectura, que siempre había sido una de mis grandes aficiones, se convirtió en mi tabla de salvación. En mis ratos libres, que eran por desgracia aún demasiados, devoraba un libro tras otro sin parar. Lo único que llevaba realmente mal y en algunos momentos no conseguía superar era el abandono al que me habían relegado mis conocidos, mis amigos, mi familia. 

Seguía solo y eso aún me costaba entenderlo, aceptarlo y más aún, superarlo. No obstante la notable mejora que iba notando en mi estado de ánimo, la monotonía de unos días iguales los unos a los otros hacía que no acabase de encontrarme del todo recuperado. Tener que salir día tras día a las 8.30 a la calle por obligación pero sin nada que hacer, era algo realmente insoportable, especialmente los sábados y los domingos, cuando las calles estaban completamente desiertas. Todo cerrado, ningún sitio a donde ir y el invierno madrileño golpeando en toda su crudeza para terminar de arreglar la situación. 

Pero el balance era positivo, muy positivo, a pesar de estas incomodidades e inconvenientes y de seguir sintiendo que el control de mi vida aún no estaba en mis manos completamente, aunque pensándolo bien, ese control tampoco me había servido de mucho, no es que me hubieran ido demasiado bien las cosas!!! Lo que si había recuperado era la sensación de estabilidad y seguridad que había perdido durante mi naufragio vital, estaba recuperando el optimismo y la esperanza en un futuro mejor, que sabía que de alguna manera y en algún momento, ya no demasiado lejano, llegaría. 

En definitiva, ¡estaba recuperando las ganas de vivir!


2 comentarios:

  1. A medida que leia, me daba cuenta de quien eres. Y aunque mi relacion contigo no fue especialmente intensa, gracias a ti , y a PERSONAS como tu, fuisteis los que me siguieron dando fuerzas para no perder la esperanza. Nunca olvidare aquellos momentos como aquel dia que fuimos juntos al Tissen a ver la exposicion de Hiperrealismo...
    Si llegas a leer esto, que sepas que te deseo lo mejor del mundo, y espero que sigas siendo como cuando te conoci; UNA PERSONA DIGNA.
    Vicente, un abrazo muy muy fuerte. Antonio Serrano (el de la boina)

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  2. Hola António, que alegría me ha dado tener noticias tuyas. Mil gracias por tu comentario y confioen que sigas leyendo lo que voy publicando. Me haria muchga ilusión. Espero que te vaya de fabula por Leganés, porque me imagino que seguirás en el piso compartido, no? sigues teniendo el mismo teléfono? Si es así te llamo un día de estos y repetimos la visita a alguno de los museos madrileños. Te mando un abrazo enorme. Hasta pronto, Vicente

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