23 de junio de 2017

LA LLAVE

   
   
      Teniendo en cuenta lo precario de mi economía, el día que encontré una habitación grande, con mucha luz, enormes ventanas con aislamiento y todo esto a un precio medianamente asequible en esta carísima ciudad, no me lo creía pero lo mas importante fue la LLAVE. La habitación tenia llave, esa pequeña pieza de metal que me proporcionaba la sensación de tener mi espacio propio, mi intimidad, mi casa.

      Junio, hace un calor de mil diablos, los ventiladores lo único que hacen es extender el calor por todas partes. Yo soy la niña de las corrientes, me encantan las corrientes en las casas en verano, la ventilación natural refresca mucho mas que cualquier ventilador. Comparto la casa con tres señores, de diferentes edades, si me dedico a abrir mi puerta para conseguir corriente, tengo que vestirme correctamente, con lo que te asas igual por lo que solo abro la puerta cuando no hay nadie. Cuando hay alguien tengo dos vestidos, el que me pongo cuando la puerta esta cerrada y el otro, cuando voy al baño o a la cocina me cambio de vestido, lo que es un trasiego diario de ahora me lo pongo ahora me lo quito. Cuando vas a ducharte tres cuartas de lo mismo, parece que voy de mudanza. La bolsa con el gel el champú el acondicionador la esponja, la toalla para el pelo la del cuerpo la del suelo, la bata la ropa interior, la taza con el cepillo de dientes y la pasta, y demás parafernalia que necesitamos las mujeres en el baño.

      Señores, hay una cosa que se llama convivencia y respeto a los demás. Mis compañeros de piso no tienen por qué aguantar según qué imágenes, ni yo tampoco. No somos amigos ni familia ni nada que se le parezca ni falta que hace. La cuestión es que ninguno de los cuatro podemos hacer lo que realmente nos apetecería en estas circunstancias.

     Algunos pensarán que por qué monto estos numeritos. Pues es sencillo: si a estas alturas de la película no me puedo permitir ser todo lo pudorosa y carca que me dé la real gana, apaga y vámonos.

     Se supone que la intimidad es un derecho, el derecho a tener tu espacio, tu lugar, donde puedes ser tú con tus manías, donde proporcionas oxígeno a tu cerebro. Y luego está el sexo, os aseguro que desde que estoy aquí no he visto que ninguno de mis compañeros haya venido con nadie, ni mujer ni hombre ni perrito de compañía. Bueno, eso no es del todo cierto, de pascuas a ramos mi compañero de la habitación contigua pone la tele a toda leche, pero es un ratito, un ratito ridículo. Os aseguro que a mi me trae al pairo, no me molestaría lo mas mínimo, pero está claro que a ellos si. No os he dicho que las paredes son como papel de fumar, pero yo tengo unos cascos estupendos con los que me aíslo de todo ruido que se se pueda producir a mi alrededor.

       Yo cobro la RMI (Renta Mínima d Inserción) pero mis tres compañeros trabajan y ninguno de nosotros se puede permitir el lujo de tener un LUGAR propio. Los cuatro tenemos vulnerado el derecho a una vivienda propia y a la intimidad, y como nosotras miles de personas en este Madrid.

     La llave, la maravillosa llave de la habitación, a la hora de la verdad no es más que un espejismo. Vale que la primera sensación de seguridad que te da poder cerrar tu puerta es bastante real pero como en el cuento: solo hace falta un soplido para derribarla.

   

   

   

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