16 de marzo de 2017

TRANSFOBIA Y PSICOSIS


Sostiene Freud, en Psicopatología de la vida cotidiana, que las fobias ocultan sus raíces en lo más profundo del sujeto, el inconsciente, el sujeto deviene entonces una víctima de su discurso ya que cuando un rasgo se vuelve sintomático deja de ser un rasgo propio para actuar como síntoma, de ahí la percepción psicopática de la realidad.
Podemos decir entonces que cuando se manifiesta una fobia,  y se sostiene como realidad moral, el sujeto es asaltado por su propia ignorancia aunque la manifieste como una verdad, es víctima de sus propios  desórdenes.
Estos días hemos visto en todos los medios y por algunas calles de Madrid unos vehículos color naranja lanzando mensajes mediocres y peligrosos por su intolerancia y manipulación; en las primeras décadas del siglo pasado apareció en la historia un energúmeno desequilibrado, con un claro declive hacia el onanismo compulsivo, en pos de la raza pura, los arios.
Estos delirios, encubridores de otros delirios menos confesables aún, nos hablan de sujetos desconstruidos  por sus fantasmas más íntimos, la esvástica disimulada bajo el eslogan, en los autobuses,  nos habla de ellos en un lenguaje demoledor para sus subterfugios lingüísticos. Porque las palabras tienen sus recovecos propios, su propia significancia, no resulta complicado descubrir el grado de deterioro mental al que conduce el fanatismo y la intolerancia.
Lo que resulta muy curioso es ver como el estado sostiene ideológicamente y económicamente tales patologías, con lo cual podríamos sacar del cajón de los recuerdos literarios aquella frase de Emile Zola: acuso al estado.

Acuso al estado español de atentar contra las libertades esenciales. Como todo el mundo aprendí de pequeño en la escuela que algunas palabras se inician con mayúsculas, de más grande  aprendí en la vida que algunas palabras no equivalen a ese respeto, hazte oír ante ellas. 

Durruti

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Gracias por tu comentario! Aparecerá dentro de poco publicado