Elsa (nombre
ficticio) una niña de 5 años estaba harta de que nadie la escuchara y un día decidió
que los únicos que podrían solucionar su situación eran Sus Majestades de
Oriente y les pidió lo único que quería “Queridos Reyes Magos, quiero ser una
niña. En realidad ya lo soy, pero nadie me entiende”. Este es un caso más de
los que afectan a más de 25 millones de
personas transgénero en todo el mundo. Como siempre es el enorme desconocimiento de la
sociedad lo que lleva a que estos niños y niñas sufran. En los casos de disforia de género,
niñ@s de tres años quieren cortarse el pene por el enorme rechazo que sienten
hacia los genitales con los que han nacido. No nos confundamos esto no es un problema de niños y niñas, los niños y niñas aceptan con total naturalidad la diferencia, ellos no insultan o agreden a sus compañeros o compañeras trans por un impulso propio, es un problema de adultos que les comen la cabeza con argumentos trasnochados.
No hay que
confundir la identidad de género con la orientación sexual, una niña puede
nacer con pene y cuando llegue su definición sexual ser lesbiana. El género es
la sensación interna que tiene una persona de saberse hombre o mujer y esto se
produce en el cerebro no en los órganos sexuales con los que puedas nacer, los
hombres y las mujeres tenemos cerebros distintos, sí, ya sé que no es políticamente
correcto, pero es cierto. Hasta ahora las personas transgénero se han enfrentado a una situación de exclusión
legal y social, esto incrementa los riesgos para su salud. Hasta el 60% sufre depresión
y el rechazo social y familiar, esto favorece que tengan comportamientos de
riesgo en el entorno laboral, como la prostitución que aumenta un 50% el riesgo
de contraer VIH, esto ocurre por la dificultad que han tenido tradicionalmente
para acceder a un trabajo de los llamados “normales”. Luego está la violencia
que sufren, que en una enorme cantidad es mortal. Entre 2008 y 2016 se
registraron 2.115 asesinatos de personas transgénero en todo el mundo y es
probable que fuesen más aunque no se documentasen. Lo que ya me parece el colmo
es que la Organización Mundial de la Salud en pleno siglo 21 siga teniendo en
su manual de diagnóstico para las personas transgénero en el apartado de trastornos
mentales.
Para entrar en el
colegio, sacar un abono transporte, el carnet de la biblioteca, cualquier gestión
administrativa, viajar a otros países, necesitas presentar tu documentación y ahí
siguen los problemas. “Cuando voy a recoger un paquete a correos, se cuestiona
si el pasaporte es mío. Cuando intento subir a un autobús, el conductor a
menudo me acusa de que no es mi tarjeta de transporte, que es la de una mujer”
cuenta un joven transgénero de 20 años en
Finlandia. Diariamente personas transgénero en toda la Unión Europea se
exponen a la discriminación y a la violación de sus derechos fundamentales
simplemente porque su apariencia no coincide con sus documentos de identidad.
En 1.992, el Tribunal Europeo de Derechos humanos reconoce por primera vez
que cuando un Estado impide el cambio de género en la documentación de las
personas transgénero se viola la Convención Europea de Derechos Humanos, y
estamos en el 2.017 y seguimos igual.
Esta sociedad sigue
estigmatizando lo diferente por desconocimiento y sobre todo por miedo, miedo a
que las tesis cavernarias en las que fundamentan sus doctrinas sobre el
funcionamiento del mundo les caigan sobre la cabeza y les aplaste, miedo a que
el sistema de valores en los que basan
toda una cultura, se resquebraje. No se dan cuenta de lo estupendo que es que no todo sea
gris, sino que hay una multitud de colores distintos, que además, si los
mezclas dan otros colores maravillosos.
Espero que a los
memos del autobús no les de por pedir
lobotomizaciones generales, pero claro hay que comprenderles, los pobres tienen
un problema, dentro de su cuerpo de homo sapiens tienen un cerebro de chimpancé,
que está un pelín por debajo en la escala de la evolución, si, solo un pelín no
os hagáis ilusiones.
Al que le interese
el tema le sugiero que vea un documental titulado El sexo sentido.
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