Publicidad engañosa es aquélla que, de cualquier manera,
incluida su presentación, induce o puede inducir a error a sus destinatarios,
pudiendo llegar a afectar a su economía. También se considerará engañosa la
publicidad que silencie datos fundamentales de los bienes, actividades o
servicios ofrecidos, cuando dicha omisión induzca a error de los destinatarios.
España, una vez más,
tiene el dudoso honor de ser el país de la Unión Europea donde los consumidores se quejan
más a causa de esta clase de publicidad, y es también donde los ciudadanos
están menos satisfechos con las soluciones que se ofrecen al ciudadano frente a este tipo de abusos, según consta
en un reciente informe de la Comisión Europea.
Cerca de un 70% de
los consumidores españoles que hicieron compras, reconocieron haberse encontrado con
algún tipo de publicidad u oferta engañosa, frente al 54% de media de la
Unión Europea y de aquellos consumidores que presentaron algún tipo de queja,
sólo el 28% quedó satisfecho con el modo en que éstas se gestionaron, frente al
37% del conjunto de la Unión Europea.
Sin duda, la crisis económica, de nuevo la tan traída y llevada crisis, ha tenido un impacto negativo en el consumo: se ha producido un empeoramiento en la calidad de las normas de protección al consumidor, la eficacia en la resolución de las quejas de los consumidores y en el tratamiento de las denuncias, así como una bajada de la confianza de los consumidores en las autoridades, minoristas, publicistas y también en las organizaciones de consumidores.
También la
globalización ha tenido efectos negativos sobre el consumidor a pesar de sus aspectos positivos. Uno de estos efectos negativos, ha sido y aun es, la
publicidad engañosa, los anuncios de "productos milagro" que en
general no cumplen sus promesas y que aun así generan ganancias millonarias
para sus fabricantes y distribuidores. Hoy en día, y con la
ayuda de la globalización, el negocio de la publicidad es un mercado que
favorece y llena los bolsillos de muchos maestros del engaño, por medio de estos
“productos milagro” que supuestamente satisfacen las necesidades y deseos de
millones de personas. La reducción de peso
o la búsqueda de la eterna juventud, podrían ser dos claros ejemplos de la
venta de unos productos que, en la mayoría de los casos, no cumplen con lo
prometido. Sin embargo, miles y miles de personas continúan comprando dichos
productos, con beneficios millonarios para los vendedores y los publicistas.
Una de las pruebas más contundentes de las ganancias que generan este tipo de productos es el tiempo de emisión de sus anuncios, con horas y horas de transmisión. Por todo ello es más que recomendable, tener mucho cuidado al comprar productos anunciados de forma insistente y machacona. Si algo parece demasiado bueno para ser cierto, probablemente será porque no lo es, de modo que, infórmate bien antes de realizar la compra para así, no perder tiempo, dinero y, en algunos casos, incluso ver afectada tu salud. Si, finalmente, no has podido evitar caer en la tentación y has adquirido un producto de este tipo y te sientes engañado, será recomendable usar todos los medios a tu alcance, para solicitar una reclamación en las distintas asociaciones de consumidores. De ese modo, no sólo tendrás alguna posibilidad de recuperar tu dinero, sino que además estarás evitando que otros usuarios se vean afectados por el mismo engaño.
En la sociedad de
consumo en que estamos inmersos, se han desarrollado toda una serie de recursos
y estrategias con la única finalidad de aumentar el consumo y de este modo dar
salida a miles, millones de productos. Uno de estos recursos ha sido la venta a
plazos y el uso de las tarjetas de crédito. También cabe señalar la importancia
que tiene en el exceso de consumo el acortamiento de la vida de los productos
debido a su mala calidad o a la imposibilidad de repararlos, los productos de
un solo uso, las modas, las continuas ofertas y sobre todo la publicidad y el
marketing. Todo ello encaminado a favorecer la cultura del consumo, del
consumismo puro y duro.
Los expertos en marketing
saben muy bien que la apariencia o imagen externa del producto puede ser un signo
de prestigio y distinción. De ahí la importancia que adquieren en las ventas de
un producto, las marcas y sus logotipos,
el establecimiento de compra, la firma del diseñador o incluso algo tan absurdo
como tener un precio elevado. Con más
frecuencia de la que podemos imaginar, la imagen del producto cuenta más que la
calidad o su utilidad. Y
una publicidad atractiva es más persuasiva y consigue importantes incrementos
en las ventas. El consumismo en la
sociedad actual esta tan arraigado, que suele ignorarse que es el resultado de
procesos planificados con un claro objetivo: el beneficio empresarial. Y este consumo a gran
escala en la sociedad actual compromete seriamente los recursos naturales y el
equilibrio ecológico. Un ejemplo podría ser el uso de los envases y las bolsas
de plástico, que contaminan los ríos y reservas de agua dulce y ensucian las
ciudades y su entorno.
Tendemos a asociar el consumismo, con la obtención de satisfacción e incluso de la felicidad, algo totalmente irreal. Al caer en el consumismo aumentamos nuestros gastos de forma innecesaria comprando cosas que no necesitamos realmente. La única realidad del consumismo es que al final, el consumo te consume.
Para terminar me
gustaría dejar en el aire una pregunta: ¿El consumismo en la sociedad actual es
un problema, una enfermedad o simplemente algo que está de moda?
Creo, sinceramente,
que es necesario que nos concienciemos e intentemos controlar esta situación a
la que hemos llegado o nos han hecho llegar. Sería conveniente saber lo que
realmente necesitamos y, por tanto, lo que debemos comprar, evitando caer en la
tentación de comprar sin necesidad, pues este es sin duda el primer paso para llegar
en algún momento de nuestras vidas a formar parte del grupo de los llamados
consumidores compulsivos.
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