8 de noviembre de 2013

Cuando los grandes nos dejan



Amparo Rivelles (1925-2013)

Cuando los grandes nos dejan.

Amparo Rivelles, una de las más grandes actrices españolas, ha fallecido anoche en Madrid a los 88 años. 

Amparo Rivelles estaba dotada de un talento descomunal y una profesionalidad impecable sobre las tablas. Y tenía muchas, le sobraban. Bien que lo sabían en su familia, una estirpe, con todo el significado que la palabra conlleva, inaugurada por sus padres. Nació en Madrid en 1925, nieta de José Rivelles y Amparo Guillén, hija de Rafael Rivelles y María Fernanda Ladrón de Guevara, hermana de Carlos Larrañaga y tía de Kako Larrañaga, Amparo Larrañaga, Pedro Larrañaga y Luis Merlo.... todos ellos nombres que forman parte de la historia de la interpretación española en la que ella ocupó un lugar prominente ganado a pulso con su constancia y su buen hacer, durante los sesenta años que duró su carrera profesional hasta que en 2006 anuncio su retirada de los escenarios. Desde entonces tan solo pudimos disfrutar de su inigualable presencia en algunas  apariciones públicas aisladas, la última de ellas en septiembre de 2011 cuando recibió un homenaje por parte del Instituto Cervantes, merecidísimo homenaje en el que toda la profesión le mostró su cariño y admiración. "La actuación ha sido mi vida. He tenido la suerte de trabajar en lo que me gusta y me divierte. Hoy estoy feliz", comento la actriz, que también reconoció haberlas "pasado canutas", y aseguraba sentirse recompensada por el reconocimiento de sus compañeros.

La pequeña Amparito, mamó del teatro prácticamente desde la cuna y andando el tiempo, en 1939, ya hizo sus primeros papeles: fue en «El compañero Pérez» en la compañía de su madre. Ya convertida en Amparo, Amparo Rivelles, demostró que tenía la elegancia de una gran dama, una elegancia que repartió a manos llenas tanto en su vida y en su profesión.
Fue Premio Nacional de Teatro en 1996, diez años después de ser la primera actriz española en lograr un Goya, por su trabajo en "Hay que deshacer la casa". Amparo Rivelles, era enormemente respetada entre sus compañeros de profesión y entre los espectadores tras una vida en la que no dejó espacio al cotilleo ni a la especulación y en la que mostró un talento más allá de toda duda.

Fue una de las actrices más conocidas en el cine español de los años cuarenta, protagonizando para CIFESA películas como “El clavo”, "Malvaloca", "Eloísa está debajo de un almendro", "Eugenia de Montijo", "Fuentovejuna" o "La Fé". En Hollywood llegó a trabajar con Orson Welles en "Mr. Arkadin" en 1955. A finales de los 50 y por razones personales que nunca quiso aclarar, se traslado a vivir a México y durante casi dos décadas se convirtió en uno de los rostros más conocidos del cine y la televisión de ese país, donde protagonizó numerosas telenovelas.

En 1979, ya de regreso en España, interpretó la comedia de Santiago Moncada, “Salvar a los delfines” y a partir de ahí se sucedieron una detrás de otra obras de teatro de gran éxito, tanto entre la crítica como entre el público. “Anillos para una dama", "El caso de la mujer asesinadita", "Hay que deshacer la casa” o Rosas de otoño”, fueron algunos de sus éxitos sobre las tablas en esa época. Pero sí la crítica y sus compañeros de profesión ya estaban rendidos a su pies, fue la televisión la que la situaría como una de las actrices preferidas del público gracias a la serie "Los Gozos y las Sombras" (1982), adaptación de la obra de Gonzalo Torrente Ballester. Su Doña Mariana y, sobre todo, su intenso duelo interpretativo con su hermano Carlos Larrañaga, le dio la fama que merecía su desbordante talento. Y aunque interpretaría aún numerosos papeles, tan significativos e importantes como "La Celestina", "La loca de Chaillot", "Esquilache" o "La Regenta" el recuerdo que perdurará siempre en mi memoria, será el de una tarde de sábado, allá por 1990, cuando en compañía de mi madre pude disfrutar en el madrileño teatro Alcazar de la inconmensurable actuación de Amparo Rivelles, acompañada por el no menos grande Alberto Closas. La obra era “Rosas de otoño” de D. Jacinto Benavente, y esa tarde y esa representación quedarán por siempre grabadas en mi memoria.

Mil gracias, Dª Amparo. Por su talento y por compartirlo con todos nosotros  y mil gracias por los ratos felices que me hizo pasar.

Descanse en Paz.

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