La campaña de vacunación ha sido estructurada según un plan sanitario que, se supone, ha sido elaborado evaluando los riesgos a los que se exponen diversos colectivos. En ese calendario no se considera a las personas sin hogar a pesar del riesgo sanitario al que se ven expuestas a diario por la indefensión a la que se ven sometidas.
La
insalubridad que transitan estas personas, por las condiciones no solo
insultantes sino además infrahumanas, en su supervivencia cotidiana encuentra
una tajante respuesta si ponemos en google: recursos públicos para personas sin
hogar. Después de recorrer más de treinta paginas en el citado buscador se hace
evidente el desprecio institucional por estas personas ya que solo
aparecen opciones superficiales o
caritativas.
Una cama y
un líquido caliente por la mañana, antes de volver a la errancia de la calle,
se parece más a una condena en firme que a una solución que considere esa
realidad. Parte de ese insulto es también eso que llaman renta mínima de inserción,
ya que como las mismas palabras denuncian no sirve ni siquiera para una
reinserción mínima puesto que su monto se parece más a una miserable limosna
que a una seria consideración de las necesidades básicas de un ser humano.
Hace unos
años nos fue impuesta, por un partido que curiosamente se llama a si mismo
popular y que en aquel entonces era liderado por un sujeto afectado por una
logorrea aguda que ningún logopeda logro curar, la ley que conocemos por el
nombre de ley mordaza – que este gobierno que se llama a si mismo progresista
aún no ha encontrado la inspiración suficiente para derogar --, en uno de sus
contenidos esta ley sostiene , y legaliza, que una persona que pernocte en un
banco público puede ser multada con trescientos euros, fundamentando esta
sanción en que ese hecho constituye deslucimiento de mobiliario urbano, según
el contenido ideológico de la ley en cuestión pareciera que en este caso
deslucir significa ensuciar.
Ninguna
representación política incluye en sus programas opciones sociales para
resolver la crueldad a la que se ve sometida una persona cuando se ve
desprovista de todo, inclusive de sí misma, transformándose así en la más
diminuta expresión de lo que por derecho debería ser su vida, en cuanto a las
opciones caritativas son en el fondo tan estériles que solo sirven para alimentar
el ego de quien las sustenta.
Por suerte,
por decirlo de alguna manera, existen iniciativas privadas cuya fundamental
razón de ser es el respeto por lo humano, empeñadas en enfoques que encaminan
sus tareas hacia la recuperación del respeto por sí mismo, a través de la
reconstrucción de realidades que vuelvan a albergar al sujeto en su ámbito más
profundamente necesario, volver a capitalizar su dignidad como elemento
imprescindible para su desarrollo más íntimo.
Quiero expresar
mi más profundo agradecimiento a esas personas ya que durante tres años cinco
meses y veintisiete días no solamente trazaron el camino de mi retorno sino que
además me pusieron a salvo de las asquerosidades del estado.
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