A lo largo de la historia, se han formado culturas cada una con sus rasgos particulares. Podríamos poner como ejemplos África y Asia, dos continentes multiculturales y multicolor, donde existen costumbres como la Hindú y Árabe, costumbres que a veces chocan y algunas veces conviven.
Es esencial valorar la idiosincrasia del individuo de acuerdo con el entorno o la región en donde pasó los primeros años de su vida. Yo nací en la República Dominicana, un país al lado de Haití y que ocupa dos tercios de la isla La Española, ubicada en el Caribe entre Cuba, Puerto Rico y Jamaica.
En los primeros años de mi vida estuvo muy presente la religión, hasta pasada la pubertad para mí no existía otra realidad que en la que vivía con las reuniones eclesiásticas y los domingos de estudio bíblico: era lo habitual para mí. Cuando me hice adulto empecé a tener amistades de otras culturas y fue cuando me di cuenta de que lo que había aprendido toda mi vida quizás solo podía valer en el lugar donde crecí. Empecé a valorar la idea de que cada lugar, por pobre o pequeño que sea, tenía una riqueza intangible, era su manera de vivir y ver la vida. Desde entonces, no dejo de pensar en todas las costumbres y tradiciones orales que deben de haber a lo largo y ancho del mundo y que moriré sin conocer.
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