26 de septiembre de 2013

Diario de un bloguero: 1ª parte - En caída libre

En los buenos tiempos


Hola a todos,
Mi nombre es Vicente y soy nuevo en el blog de Realidades. Os voy a contar, por capítulos, cómo ha sido el proceso que me ha convertido en la persona que soy hoy. Ha sido duro, durísimo, pero aquí seguimos.

Diario de un bloguero: 1ª Parte - En caída libre

Desde aquel día de mayo en que se habían materializado en toda su crudeza mis miedos y por tanto mis problemas, había podido sentir una debilidad que, lenta pero inexorablemente, iba en aumento día tras día, apoderándose y controlando sin posibilidad ni ganas de evitarlo, tanto mi mente como mi cuerpo. Tras varias semanas viendo como mi vida se iba desmoronando a mí alrededor, había llegado a estar demasiado cansado para intentar solucionar ninguno de mis problemas, que no eran pocos. Ni tan siquiera encontraba la fuerza necesaria para pensar en ellos y tratar de encontrar alguna solución. 

Me sentía completamente perdido y absolutamente vacío, y en esos momentos incluso llegue a pensar que Dios había decidido mi completa destrucción y por tanto, no merecía la pena luchar contra los designios tantas veces inescrutables del Señor, de modo que ese y ningún otro era mi destino final y hacia el me encaminaba sin remedio. Todo estaba llegando a su fin y tan solo era cuestión de averiguar si la decisión final estaría en manos Dios o sería yo quien decidiera poner punto y final a una existencia que ya apenas podía soportar. Era entonces cuando llegaba a sentirme tan mal, que todo mi cuerpo me dolía de los pies a la cabeza y parecía decirme: ¡¡¡Basta!!! ¡¡¡Ya es suficiente!!! ¡¡¡Hasta aquí hemos llegado!!!

Paseaba por Madrid, mi ciudad, como un fantasma, sin levantar los ojos del suelo por vergüenza y miedo a encontrarme con alguien conocido y las personas con las que me iba cruzando en mi continuo deambular sin rumbo fijo por esas calles madrileñas de las que hasta hacía pocas semanas había disfrutado y encontrado llenas de vida y de alegría, eran también fantasmas, unos fantasmas agresivos y desconocidos cuyas miradas sentía clavarse en mí a cada paso que daba. Tenía miedo, mucho miedo, y Dios, en esos días amargos, llego a convertirse en una obsesión para mí. ¿Por qué se empeñaba con tanto ahínco en destruirme? ¿Por qué a mí? 

Y yo seguía culpando a Dios. A Dios, pero también a mis padres y a mis abuelos, a mis "muertecitos"que habían dejado de cuidarme y protegerme desde donde se encontraran tras su muerte tal y como habían hecho hasta pocos meses antes, sin querer reconocer que era yo quien había dejado que los problemas me sobrepasaran sin ser capaz de enfrentarme a ellos para intentar al menos no auto destruirme como estaba dejando que ocurriera. Era más fácil culpar a alguien, que reconocer mi parte de culpa en todo lo que estaba ocurriendo, y culpar a alguien que no podía defenderse no solo era más fácil, sino que también era infinitamente más cómodo y más, mucho más cobarde.

Pero aún no había tocado fondo y lo peor era que ni siquiera podía saber hasta dónde llegaría en mi descenso, en mi caída hacia el abismo. ¡¡¡Seguía en caída libre!!!


5 comentarios:

  1. Gracias por compartir tus experiencias con nosotros Vicente, y mucho ánimo!

    ResponderEliminar
  2. Eres un Valiente, por compartir tu vida, por dos cosas: por compartir y rememorar tu dolor y por hacerlo desde la integridad y la humildad.
    ENHORABUENA
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Muchísimas gracias por vuestras palabras de apoyo. Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias por tus letras. Llegan, trasmiten y hacen plantearte muchas cosas.

    ResponderEliminar
  5. Mil gracias por tu comentario. Me alegra saber que mi experiencia puede ayudar a otras personas en situaciones similares.

    ResponderEliminar

¡Gracias por tu comentario! Aparecerá dentro de poco publicado